Ken sale del loft

-Yo... he conocido a alguien.
Ken está descolocado. ¿Qué coño le importa a él? "Bien, me alegro, Samm". 
-Oh... Dime. ¿De quién se trata? -sigue adormilado. Cuando la chica se fue había caído de nuevo en los brazos de Morfeo, dejándolo desorientado por completo.
-Por eso mismo te llamo. 
-Samanta, no te entiendo.
-Verás... Un poli me ha echado un polvo -suelta todo de un tirón, como sacándose un peso de encima.
-¡¿Qué?! ¡¿Te has vuelto gilipollas?!
-Kinn, tranquilo. Verás, fue todo un flechazo. Él acababa de terminar de trabajar y se vino a lo de Holder. Estaba buscando sexo... y encontró amor.
-¡¿Pero se puede saber de qué vas?! ¡Sabes la de problemas que me vas a traer! -piensa un minuto, tratando de calmarse-. Además... ¿qué problema hay? No estaba de servicio, según tú.
-Ese es el problema. Si hubiéramos amanecido en las Cabinas no habría problema. Todo el marrón sería para él. Pero no; al parecer pensó que follar en su despacho sería más romántico. Ahora toda la comisaría está indignada; a él lo han expulsado del cuerpo y yo, como escapé, me buscan por todo el Bronx.
-Bueno, Samm. Ahora mismo no te puedo ayudar -se tranquiliza, porque el problema es el mismo de siempre. Aunque tarden unos días, se cansan de jugar al gato y al ratón-. Verás... de hecho estaba pensando en llamarte.
-¿Ah, sí? ¿Qué pasa?
Ken calla unos segundos.
-No sé dónde estoy.
No escucha nada al otro lado.
-Kineon. ¿Qué has dicho? -parece asustada, pero intenta dar un toque burlón a su voz.
-Lo que oyes. Samm, me acabo de despertar junto a una tía a la que no conozco de nada. Ella, al verme, ha salido huyendo. Se ha dejado los zapatos.
-¡Qué romántico! ¿Por qué no corres a buscar a tu Cenicienta?
-¡Estúpida! ¡Estoy en su casa!
-¿Qué? A ver, Kinn; ¿cuántas veces te ha pasado eso? Te emborrachas y pillas a una chica. Siempre terminas en su casa.
-Samanta. Es que ni siquiera ella parece saber dónde estamos.
Hay otro silencio, como el de antes. Ken se viste y mira por la ventana. Puede distinguir los taxis amarillos y un coche verde chillón que reconoce. Bernard está en este barrio.
-Bueno, hermano. Tú espera a que vuelva y habla con ella.
-Si es que vuelve -intenta despedirse, pero al otro lado de la línea se oyen gritos y Samanta cuelga.


Ken coge las llaves del piso, que encuentra tiradas en el suelo. Cierra cuidadosamente la puerta y baja por las escaleras. En el manojo hay una llave de coche. Espera descubrir pronto cuál de todos los aparcados frente al edificio es el que le interesa, porque va a encontrar a Bernard le cueste lo que le cueste.