Barbie corre y traspasa el Puente



Barbie corrió. Corrió demasiado. Corrió más que nunca en toda su vida. Corrió lejos, corrió rápido. Corrió de la forma más estúpida. Corrió dando zancadas, esquivando el gentío. Corrió por las aceras, en medio de la calle. Cruzó coches y bicicletas. Saltó sobre un puesto de perritos calientes, que derramó la mercancía sobre las alcantarillas abiertas. Corrió, no importaba a donde. Corrió hasta Central Park, saludando al Vampiro del Bronx. Divisó lejana a la Dama de la Libertad. Avistó, cansada, calabazas de Halloween y se acercó, tímida a dos prostitutas de su edad.
-¿Hello? -susurró.
Las prostitutas la miraron. ¿Un cliente? Barbie entendió aquella mirada, bastante cortada, y rechazó:
-NounouI can go tu dentro?
-¡Tú! -gritaron ambas a coro-.
-¡¿Qué coño haces aquí?! -saltó una de ellas, la que parecía mayor-. ¡Como te pille la pasma de Manhattan te cagas en las bragas, maldita zorra! -y añadió, dirijiéndose a su compañera- ¡Creía que la habías dejado bien lejos!
-¡Eso hice! -replicó, dolida-. Estaba en casa de Kinn, al otro lado del Puente. La muy capulla ha debido de coger el metro.
-¡Calla la puta boca, guarra! -Barbie seguía sin recordarlas, pero les hablaba como si se tratara de sus peores enemigas-. Si vas a hablar de mí,  me lo dices a la cara, ¿eh, guapa? -y la zarandeó, torpemente.
La prostituta cayó al suelo, perdiendo un preservativo sabor a fresa.
-¡Pero tú de qué vas! -la empujó contra la acera su compañera, antes de ayudar a la otra a levantarse-. ¡Después de lo de ayer te atreves a...! -un coche les pitó.
-A ver... ¿Qué pasa aquí? -un corpulento policía negro salió del automóvil.
Las dos prostitutas huyeron, rápidamente.
-¿Y tú? ¡Corre! -le espetó a Barbie.
-¡Oiga! ¡No estará insinuando que yo...!
-Niña, o corres o tendremos que llevarte a comisaría. Y no creas que nos apetece tener la cárcel llena de asquerosas putas. Sé lista y corre con tus amiguitas, podéis discutir en otro callejón.
Barbie estaba indignada. De todas formas, estaba realmente feliz de encontrar a tanta gente que hablara castellano, así que siguió hablándoles. La cárcel estaba lejos de los chinos ilegales y de las prostitutas canallas.
Así que decidió seguirle la corriente y autoenviarse a la comisaría municipal.
-Poli... ¿Le hago una mamad...?