Barbie se despierta junto a Ken

Ella se levantó. No se vistió siquiera, pero miró por la ventana con insistencia. El amplio espacio del ventanal, que limitaba el marco de color rosa pálido, pintado a mano, con la desesperación y desasosiego del Ken forzudo de turno. Si ella era la Barbie, quien quiera que fuese el tipo junto al que se había despertado, sería el que había cambiado el color de su ventana. Miró a la Gran Vía madrileña, buscando un edificio conocido entre todos aquellos... ¿rascacielos? Miró la hora. El reloj marcaba las tres de la mañana, contradiciendo sus ojos, que saludaban incrédulos a un ejecutivo que subía a su despacho, mientras contemplaba Manhattan a través del amplio ascensor de cristal. Barbie se había despertado en un lugar que no era el suyo. Aquella noche, de la que recordaba más bien poco, algo debía haber ocurrido, para haber aparecido, inexplicablemente, en un amplio loft nuevayorquino, que acababa de ver por primera vez en su vida.
-HeyYou're awake! -al parecer, Ken sí la recordaba a ella-. Why are you looking at the window?
Genial. Ken la recordaba y le estaba hablando en un perfecto inglés que ella no entendió. Hizo como quien era sorda y volvió a mirar al ejectivo, que había llegado al piso inmediatamente superior y la miraba, relamiéndose. Otra genialidad. Barbie era ahora una Caperucita en un bosque lleno de lobos. ¿Dónde estaba su abuelita cuando la necesitaba? ¡Ah, sí! Enferma en el hospital. Ahora debería ir a llevarle tostadas con miel. ¿Realmente tenía que enfrentarse a aquella situación? Le habían entrado unas ganas inmensas de gritarle a Ken algo. Pero no podía.
Al menos encontró sus shorts tirados junto a la cama. Se los puso, rápidamente y dejó los tacones en el suelo ya que no harían más que entorpecer su caminata matutina. La puerta sonó de una forma seca y el fortachón que estaba dentro se preguntó quién cojones era esa tía que no era su novia, junto a la que había despertado. La chica bajó corriendo las escaleras de metal. Como era un lugar nuevo, decidió que a nadie le importaría que bajara por la bajada de incendios y así lo hizo, en cuanto encontró una ventana lo suficientemente grande por  la que pudiera introducir sus enormes glúteos bronceados por el sol. Introdujo su estrecho cuerpo por el marco... y saltó.