Barbie enciende la radio

-Hola -dijo ella, contenta de encontrar a alguien que hablara español-. ¿Quién es usted? -le preguntó, aún así, extrañada.
-Eso ahora no importa -apuntó misterioso-. ¿Qué hacías en esas escaleras? ¿No sabes que están destinadas a los incendios? -la joven quedó confundida por el amplio vocabulario de aquel mugriento hombre-.
-Sí -respondió, un poco alterada-. Si que lo sabía. Pero no creo que un cuarentón deba ir invitando a las pobres adolescentes a subirse a su coche -fue su pobre respuesta.
-En tal caso, las pobres adolescentes no deberían aceptar la invitación -sonrió, triunfal.
El silencio invadió por primera vez aquel pequeño espacio y el hombre encendió la radio. Era un canal de música pop actual, cuyo locutor llevaba varias horas hablando y su voz sonaba pastosa y apagada. De pronto, porque su trabajo se lo ordenaba, o por el hecho de que si no tendría que seguir hablando, decidió poner la que el conductor tradujo como la "Última canción".
-¿Última? Son las diez de la mañana -replicó, molesta Barbie-. Es completamente ilógico.
-Es un programa -explicó el cuarentón. ¿Habría algún personaje de la cadena "Barbie" al que le pudiera asociar? Aquello le recordó a Ken, que debería estar desayunado y preguntándose por la situación-. Después de este programa, viene otro.
Ella iba a replicar algo, pero la canción comenzó a sonar y el sonido electrónico no la dejaba hablar. La canción sonó y, a medida que los acordes invadían el pequeño Skoda, la cara de la adolescente pasaba por un amplio abanico de expresiones. Al final de todo, apagó la radio y comenzó a recordar la noche en que conoció a Ken. Y a Felix.