Barbie en el coche


Barbie frunció los labios. Por supuesto que recordaba aquella estúpida fiesta y como conoció a Ken y a los demás. Pero el como salió de la fiesta y a donde fue lo tenía completamente en blanco. Mierda, seguro que fue porque se pasó bebiendo. Miró por la ventanilla, disgustada. Si eso era cierto, y, según sus cálculos, hacía tres días que no iba a su casa. Eso era sinónimo de que su compañera de piso vendería todas sus cosas si no aparecía pronto. O algo peor, pensó barbie, porque se dio cuenta de que no llevaba la cartera encima. Tenía que volver.
- Pare.- dijo, molesta. El hombre pareció no oirla y barbie abrió la puerta del coche, que seguía en marcha.
-¿Estás loca?- gritó el conductor, que había conseguido frenar milagrosamente y la miraba considerablemente enfadado.
- Me voy casa.- respondió segura barbie, a pesar de que en ese momento no cayó en la cuenta de que no tenía ni la más mínima idea de como volver, y mucho menos de donde estaba. Ante la mirada dubitativa del hombre, barbie cerró la puerta de golpe.- Se cuidar de mí misma. Tengo veinte años.
Se alejó corriendo de la carretera, sin mirar atrás y tras haber andado unos pocos metros, se detuvo, jadeante. Dolía caminar descalza. Paseó la mirada por el lugar y divisó lo que según ella era una cafetería. Eso era algo bueno. Así podría llamar y evitar la catástrofe que Miriam produciría. Pero no llevaba el móvil, ni tampoco dinero. Bueno, ya se las apañaría.
Se dirigió a lo que ella creía una cafetería, pero que era en realidad una fábrica ilegal de Adidas en la que cientos de chicos trabajan sin cesar. Barbie se diriguó allí, sin sospechar nada.